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La aceptación en la adolescencia

Esta etapa de la vida es una etapa que no siempre es fácil, ni para los adultos, padres o profesores ni para el propio adolescente. Pero ¿es porque esta nueva generación es particularmente difícil?


Nuestra juventud es mal educada y no hace caso a las autoridades


“Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayoredad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. No se ponen en pie cuando entra una persona anciana. Responden a sus padres y son simplementemalos”.


¿Sabéis quién dijo esta frase? Sócrates en el año 400 AC. Pues sí, relajaros, los problemas con la adolescencia son tan antiguos como el mundo.


¿Por qué? Esto no lo sabían en la Antigua Grecia, pero gran parte del comportamiento del adolescente es debido a los cambios que se están produciendo en el cerebro, en paralelo, a la explosión hormonal que está produciendo todos esos cambios en el cuerpo.


La revolución hormonal es muy visible, y, no solo nosotros lo vemos sino, ellos mismos casi no pueden reconocerse con tantos cambios físicos que están ocurriendo en sus cuerpos. Pero la verdadera revolución, esta sí es invisible al ojo humano, está ocurriendo dentro del cerebro.


El cerebro del adolescente está en plena transformación, hay una remodelación que se llevaa cabo desde la parte trasera del cerebro, con la zona límbica, hacia la parte delantera, la corteza prefrontal, la más nueva en el Homo Sapiens. La parte límbica o cerebro emocional es esa parte del cerebro donde se procesan las emociones y los procesos de recompensa que producen euforia con las experiencias de diversión y de riesgo.


En esta edad esta zona es hipersensible al sentimiento de recompensa de la toma de riesgos, mucho más que en los niños y los adultos.


Mientras que en los adultos esto es compensado por esa parte más nueva del cerebro, la corteza prefrontal, que inhibe y nos frena ante la toma excesiva de riesgos, en los adolescentes está todavía en desarrollo, de manera que son, en cierto modo, víctimas de sus propios cerebros en plena transformación.


Además, la corteza prefrontal media está también en desarrollo, lo que hace que tengan problemas para tener en cuenta el punto de vista de los demás. Seguramente habéis podido comprobar esto con vuestros adolescentes en más de una ocasión. Están bastante centrados en sí mismos en esta etapa, pero esto está marcado por la evolución del cerebro y por lo tanto es un paso de la evolución del hombre.


Un ejemplo de este cambio es un padre que para que sus hijos pequeños se portaran bien en un restaurante les prometía cantarles una canción, y eso hacía que se comportaran de maravilla. Ahora, con sus hijos adolescentes utiliza prácticamente la misma técnica, si se están peleando o mirando sus móviles, les dice que si no se portan bien les canta una canción, ¡y funciona!


Eso es lo que ocurre, entre otras muchas cosas en el adolescente, pero ¿qué está ocurriendo en nosotros, los adultos?


Cuando son niños/as, nuestros hijos o alumnos están indefensos, son muy dependientes de nosotros, por lo que los queremos proteger y cuidar. Sin embargo, al entrar en la adolescencia se vuelven más independientes, ya no nos necesitan tanto, ya no son nuestros “bebés” y se produce una especie de rechazo.


Nosotros ya no nos sentimos necesitados, y vemos que el tiempo pasa, nos hacemos mayores y se pone en cuestión nuestra manera de hacer. Ellos tienen sus propias opiniones y eso nos cuesta mucho aceptarlo.


Solemos tener nuestras propias ideas fijas de cómo las cosas deben ser y de cómo un hijo/hija o alumno debe comportarse y lo que debeo no debe hacer.


Y aquí empieza el conflicto. La relación con ellos se convierte en un tira y afloja, nosotros con nuestras ideas preconcebidas de cómo deben ser las cosas y ellos viendo el mundo desde unos ojos nuevos, desde un cerebro nuevo, en plena remodelación.


La interacción con el adolescente se vuelve una fuente de conflicto permanente. Entonces ¿qué podemos hacer?


  1. Aceptación de ese, que era un niño/a, ha empezado otra etapa de la vida hacia el ser adulto, está en la adolescencia, aceptando que ya no es un niño/a pequeño indefenso que nos necesita para todo.

  2. Nosotros que nos hacemos más mayores y que quizás, nuestra visión se haya quedado anticuada porque los tiempos, la mentalidady la sociedad están cambiando.

  3. Que la vida sigue, y que no sirve de nada andar peleándose con todo porque, por mucho que nos empeñemos las cosas no son cómo yo quiero que sean, ni mi adolescente tampoco: él o ella es como es.


Sencillamente es aceptar que esta es una etapa de la vida que es natural y necesaria. Esto no quiere decir que no sentaremos límites, son importantes y necesarios, pero desde la interacción, la comunicacióny el intercambio.


Y que, si estamos ahí para ellos con una actitud abierta y de escucha puede ser una etapa maravillosa en la que aprenderemos todos, tanto ellos de nuestra manera de ser, de estar, como nosotros de ellos con su visión nueva del mundo y en sus ganas de vivir, su creatividad y su interacción social.


Es importante recordar que el entorno y su relación con el adulto, a través de la educación, tanto en casa como en el centro educativo, influyen enormemente en el desarrollo del cerebro del adolescente.


Por lo tanto, la invitación es a estar abiertos a lo que ya está ahí, a la experiencia de la vida desplegándose ante nosotros. Podemos elegir entre estar en conflicto permanente en constante fricción con todo o abrirnos a la experiencia con apertura, con curiosidad y fluir con ella.


¿Cómo llevarlo a la práctica a través de mindfulness?


Algo concreto que podemos hacer es que cuando sintamos esa tensión en la relación, en algo que está pasando, esperemos un momento, aceptemos la emoción, llevando la mirada a nuestro cuerpo, veamos si hay rigidez en el cuello, en la mandíbula… Y suavizar, soltar, permitir, aceptar, antes de hacer cualquier acción.


Y desde ahí llevar nosotros también esa mirada nueva hacia nuestro hijo/a, alumno y ver esa persona que crece que busca su sitio en el mundo, aceptando que ya es una persona cada vez más independiente y que en lugar de rabia o ira o decepción podemos sentir gratitud e incluso maravillarnos por los cambios que la vida ofrece.




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