La adolescencia es una etapa tan complicada como maravillosa. Hay muchos mitos sobre la adolescencia que la ciencia está demostrando no ser ciertos, y hacen que afrontemos este momento vital con una visión errónea que no ayuda al adolescente ni a la relación que los adultos establecemos con ellos.
Primer mito: pierden la cabeza
El primer mito es que el adolescente “pierde la cabeza” porque las hormonas están disparadas. Esto es falso, sí aumentan, pero no son las hormonas las que determinan lo que pasa. Se producen grandes cambios en su aspecto y desarrollo físico y marca el inicio de la sexualidad. Lo que sí crea gran confusión e inseguridad en el adolescente, pero el tsunami emocional y la impulsividad en sus comportamientos que experimentan es sobre todo resultado de cambios en el desarrollo del cerebro que ahora veremos.
Segundo mito: un período de inmadurez
El segundo mito es que la adolescencia no es más que un período de inmadurez, y que simplemente tienen que madurar. Así que aguantamos lo mejor que podamos esperando que nada demasiado trágico ocurra. Sin embargo, en realidad es un periodo fundamental en el desarrollo como personas, que luego influirá en cómo serán ellos como adultos: poner a prueba los límites, la pasión por explorar lo desconocido son rasgos que bien orientados capacitarán a los adolescentes para una vida de adultos más plena.
Tercer mito: total independencia del adulto
El tercer mito es creer que significa pasar de la dependencia de los adultos a una total independencia de ellos. Aunque ya no son el centro en el apego y apoyo porque los amigos cobran una gran importancia en esta época. El buscar el apoyo entre “iguales” tiene un rol fundamental para que después en su vida adulta puedan contar, apoyarse y apoyar a otros en la sociedad en la que viven, pero los adolescentes siguen necesitando y beneficiándose de la relación con los adultos. Se hace un cambio sano de la dependencia a la interdependencia.
Evitar caer en estos mitos nos da una visión más clara y real de lo que está ocurriendo en esta etapa y podremos así ayudarlos a crecer y florecer, en lugar de sobrevivir esta etapa como si fuera un mal trago por el que hay que pasar.
Cambiar esta mirada crítica por una mirada comprensiva y amable hacia su experiencia, que ellos mismos tienen dificultad de entender y de controlar, apoyará al adolescente y permitirá que se desarrolle en un ambiente de confianza y alcance su potencial, en lugar de encerrarse en sus emociones y comportamientos impulsivos o negativos, porque eso es lo que el adulto le está reflejando que es ser un adolescente.
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