¿Qué es el Burnout?
El Síndrome de Burnout, de origen anglosajón, en español significa “quemado”, y es también conocido como síndrome de desgaste ocupacional o profesional. Es el estado de agotamiento físico, mental y emocional que experimenta una persona como consecuencia de una presión prolongada ante factores estresantes emocionales o interpersonales relacionados con la ocupación o el trabajo.
Este estado normalmente resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales y fuerza emocional del trabajador en un clima laboral difícil.
El Síndrome de Burnout es una situación que se va generando progresivamente hasta desembocar en un estado de incapacidad para continuar con el trabajo habitual.
Suele ser muy común en personas que cuidan de otras o en profesiones que implican dedicación y entrega hacia terceros como las relacionadas con la educación o la sanidad.
¿Cuáles son los síntomas del Síndrome de Burnout?
Sensación de falta de energía y sensación de agotamiento desde que comienza la jornada laboral.
Sentimiento de frustración y fracaso al no conseguir los resultados deseados a pesar del esfuerzo invertido en las tareas.
Impaciencia, estado mental negativo, irritabilidad, llegando a distanciarse de los alumnos y de los compañeros de trabajo.
Dificultad para concentrarse en el trabajo y después para relajarse o desconectar al finalizar la jornada laboral.
Sensación de no tener recursos ante las demandas emocionales de los alumnos o compañeros, faltando fuerzas para seguir atendiendo a las relaciones con los ellos.
Presencia de dolores físicos, e incluso de enfermedades psicosomáticas, como, dolores de cabeza y musculares, mareos, dificultades para dormir, peso, desórdenes gastrointestinales, problemas de piel o infecciones.
Y lo más preocupante es que cada vez hay más docentes que declaran sentir esta continua sensación de agotamiento profesional.
¿Cuáles son causas del estrés prolongado en la docencia?
1. La relación con el alumnado es complicada:
a. Clases cada vez mayores con más alumnos con dificultades de aprendizaje para las que no tienes preparación específica.
b. Falta de motivación del alumnado,
c. Falta de disciplina de los alumnos, cierta violencia verbal o incluso física hacia los profesores.
2. La relación con las familias. son una fuente de conflicto. Hay poca comunicación.
3. La relación con los otros profesores a veces es difícil
4. Los medios y recursos a tu disposición son siempre escasos
5. La burocracia es cada vez mayor, más y más papeleo e informes…. y nuevas leyes educativas.
6. Falta de reconocimiento social tanto como profesión como monetaria, a pesar de tu rol
Para evitar el Síndrome de Burnout necesitamos un sistema de apoyo emocional:
Apoyo que provenga de la propia comunidad educativa, que pocos centros ofrecen
Apoyo emocional que desarrollamos nosotros mismos, a través, por ejemplo, de la práctica de mindfulness.
Frente al estado de agotamiento mental, físico y emocional, producido por la involucración crónica en el trabajo es indispensable que los docentes desarrollen mecanismos que les permitan prevenir las potenciales causas del burnout.
Pautas para no caer en el Síndrome de Burnout
MindEdu os propone desde el Mindfulness estas pautas que no caer en el agotamiento profesional:
1. Haz pausas durante el día y en particular, en los momentos difíciles.
Desde que nos levantamos solemos ponernos en “piloto automático”, haciendo una cosa mientras que estamos pensando en lo siguiente que tenemos que hacer, y luego en lo siguiente y lo siguiente, de manera que casi no le estamos poniendo atención a aquello que estamos haciendo en cada momento.
Por ello estamos desligados de lo que está realmente pasando en cada instante: tanto fuera de nosotros, como dentro de nosotros.
Quizá estás haciendo o afrontando algo que te está produciendo estrés, pero no te estás dando cuenta hasta que el grado de ansiedad es tan fuerte que ya es difícil de parar, tu cuerpo está contraído, tu mandíbula tensa, te duele es estómago. Normalmente no escuchamos estas señales, no le estás prestando atención hasta que es demasiado tarde.
Hacer una pausa, sentir las plantas de los pies en el suelo, conectar con el ir y venir de la respiración, invitando a que el cuerpo se relaje, suelte tensión, te permite parar esa espiral. Puedes entonces observar tus pensamientos sin juicio y no reaccionar, sino elegir la respuesta más saludable para ese momento.
Sabemos que cuando sufres altos niveles de estrés cada día, parar y volver al momento presente podría ser lo último en tu lista de tareas pendientes. Sin embargo, cuando haces una pausa puedes ser capaz de desvincularte de los pensamientos negativos y las preocupaciones futuras. Esto puede ayudarte a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión y por lo tanto a no caer en el burnout a medio o largo plazo.
2. Saborea lo bueno de lo vida
Parar y reconectar con la experiencia presente también es una manera de poder disfrutar de los pequeños momentos agradables que salpican tu día en lugar de que pasen sin que apenas te des cuenta de que están ahí: el aroma del café, un gesto amable de alguien que no te esperabas, la belleza de la luz del anochecer...
Cuando sufres altos niveles de estrés, los pensamientos de preocupación y la rumiación mental capturan tu atención casi todo el tiempo, toda tu conciencia se concentra en ello y no observas tu día tiene otras cosas buenas que también forman parte tu experiencia.
Estar atento a esas experiencias placenteras cuando se presentan, en lugar de no prestarles atención y pasar a lo siguiente porque no son importantes, conectar con esas sensaciones agradables y permanecer con ellas durante unos momentos hará que al final del día tengas una sensación de agrado, de mayor alegría, incluso te puedes sorprender llegando a casa con una suave sonrisa.
3. Agradece cada día
La gratitud significa apreciar las cosas buenas que hay en tu vida. Si solo te enfocas en lo que quieres, pero no tienes, permaneces en un estado mental negativo. Muchos estudios muestran que la práctica cotidiana de la gratitud mejora el bienestar (Emmons y McCollough, 2004; Dickens, 2017).
Además, es el mejor antídoto contra la queja y el estado de ánimo bajo. Si estás agradecido por lo que tienes en tu vida, no puedes quejarte al mismo tiempo. Por ejemplo, si hoy te toca sustituir a un profesor durante tu descanso, y surge la queja y rabia en ti, puedes pensar en agradecer el tener trabajo, el que tienes la vitalidad para hacerlo y que vives en comunidad en la que unos se ayudan a otros.
Por eso, antes de dormir, repasa tu día y aprecia todas las cosas buenas que has vivido. Intenta enumerar al menos 5 cosas por las que estar agradecido.
4. Trátate con amabilidad
Cuando las cosas no son como te gustaría y sientes dolor emocional, es fácil caer en pensamientos de crítica o autocrítica o en emociones como la culpa, la frustración, la vergüenza… En esos momentos, imagina cómo tratarías a una buena amiga o amigo que estuviese pasando por lo mismo que tú: ¿qué le dirías y en qué tono se lo dirías? ¿le ofrecerías un abrazo o un contacto amable? Haz lo mismo contigo: sé tu mejor amiga/o
5. Incorpora en tu rutina actividades que te nutran
Una de las características común a las personas que sufren burnout es que han dejado de hacer aquellas cosas que disfrutan. Dejar de hacer esas cosas que te nutren, aunque te puedan parecer “opcionales” porque tienes mucho trabajo y no encuentras el tiempo, es el primer paso hacia el burnout.
Si no las haces, te quedas únicamente con aquello que te desgasta y no tienes nada que te nutra y mantenga en equilibrio y caes en una espiral de agotamiento.
La invitación es a escribir una lista de cosas que te nutren, que te dan energía y según su duración o naturaleza introducirlas o cada día o cada semana, sin falta. Estas actividades no solo no son superfluas, son fundamentales para el equilibrio emocional y el desarrollo de tu resiliencia.
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Parar y hacer una Pausa varias veces al día puede marcar la diferencia en esos momentos en los que empiezas a sentirse arrastrado por la ansiedad, la rabia o el desánimo. La pausa te ayuda a dar un paso atrás y no reaccionar sino responder, de manera más sabia, ante la situación en la que estés, sea ésta la que sea.
Os proponemos hacer una pausa ahora mismo, sigue estas instrucciones:
Pausa S.O.S.
Toma una postura erguida y relajada, cierra los ojos si esto te resulta cómodo. Comienza por hacer tres respiraciones lentas y profundas.
1. Cuando estés preparado/a trae tu conciencia a tu experiencia interior y reconócela, pregúntate ¿cuál es ahora mi experiencia?
¿Qué pensamientos están ahora presentes en mi mente? Reconociendo, lo mejor que puedas, que son solo pensamientos no realidades.
¿Qué emociones percibo? No evites las emociones incómodas o desagradables, reconoce que están ahí. Si no te pasarán factura más tarde. Quizá haya emociones difíciles, acéptalas, puedes decirte, “ah, aquí hay rabia o desesperación”… Repite cada vez que expulses el aire: “Está bien. Sea lo que sea, está bien. Me permito sentirlo.
¿Qué sensaciones físicas puedo sentir en el cuerpo? Quizá tensión o rigidez, sin huir de ellas, permitiendo, reconociendo que esa es tu experiencia de este momento, sin rechazar nada, respirando con ellas.
2. Cuando estés preparado/a recoge tu atención en las sensaciones de la respiración en el abdomen, las sensaciones de expansión cuando el aire entra y de relajo cuando el aire sale. Sigue todo el recorrido de la inhalación y todo el recorrido de la exhalación.
Usa cada respiración para reconectar con este momento, si la mente divaga, tráela de vuelta a estas sensaciones.
3. Y ahora, expande la conciencia alrededor de estas sensaciones de la respiración en el abdomen a todo el cuerpo, como si todo el cuerpo respirando. Consciente de todo tu cuerpo, muy presente con las sensaciones.
Observa tu postura y tu gesto. Si ves que hay rigidez o tensión, lleva ahí tu atención y con cada exhalación soltando tensión, suavizando el gesto…
Si lo deseas puedes preguntarte: ¿qué necesito ahora mismo?
Aceptándote tal y como eres, aquí, ahora, respirando. Todo cabe en esta consciencia más amable, más espaciosa…intentando llevar esta calidad de consciencia a tu vida cotidiana.
Y cuando estés preparado, preparada, poco a poco volviendo a tomar conciencia de la habitación en la que estás, abriendo los ojos si los tenías cerrados y retomando la actividad que dejaste antes de hacer esta pausa.
Esta pausa no es una diversión de la realidad sino una manera de reconectar con ella desde otro lugar, con más conciencia, con más suavidad y amabilidad.
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